Cómo pensar el crecimiento de las ciudades balnearias

14 de febrero de 2020

La mala planificación produjo el deterioro ambiental y paisajístico de sus cascos urbanos y playas. Dos propuestas, en Punta del Este y Mar Azul, que intentan revertir esta tendencia.

Les debe haber pasado. Seguir un programa de televisión muy atractivo en contenido que termina convirtiéndose en imposible, de tantos minutos de publicidad que lo asfixian. En las ciudades puede pasar algo similar. Y es muy palpable en las balnearias.

Un ejemplo terrorífico es Mar del Plata. Mis padres tenían un departamento en Santiago del Estero y Belgrano. Lindo depto. Pero, desde su interior, saber si era un día de playa era todo un desafío acrobático. Había que sacar la cabeza por la ventana del living que daba a un estrecho y profundo aire y luz, mirar para arriba y verificar recién ahí si estaba o no nublado.

Como cuentan Fernando Cacopardo y Elisa Pastoriza en el Diccionario de Arquitectura en la Argentina, Mar del Plata paso de ser una ”villa balnearia” de la elite aristocrática a principios de siglo XX, a una “ciudad turística” en la tercera y cuarta década, con la llegada de los nouveaux riche (nuevos ricos), como señalaban las revistas de época, a una “Mar del Plata de las masas”. Y tuvo con la Ley de Propiedad Horizontal de 1948 un vertiginoso crecimiento edilicio que puso en peligro su calidad ambiental y futuro.

Pero no solo la Perla del Atlántico sufrió esta desmesurada transformación. ¡Qué buen recuerdo tengo del Hotel San Miguel en Mar de Ajó, enclavado solitario en la playa!

Esas noches de verano saliendo a caminar libres sin peligros por la costa en grupo de chicos y chicas, púberes y adolescentes, con guitarra y sonando “Fuiste mía un verano…” O el primer campamento con los compañeros del secundario en Villa Gesell, cuando todavía era villa. Y no había desembarcado la explotación inmobiliaria desmesurada e incontrolada.

Casi todas estas aldeas se transformaron dramáticamente y sus frentes marítimos se llenaron de torres. Torres que si bien permiten gozar de la vista al mar a muchos más veraneantes, en el caso de nuestra costa por su orientación, echan sombra sobre la playa pasada la media tarde.

¿Quiénes son los culpables de semejantes “crímenes” urbanos? ¿Los arquitectos que las diseñan? ¿Los desarrolladores inmobiliarios que ven la posibilidad de un negocio? ¿O los que ponen la plata? En todo caso, estos tres serán –si se ajustan a las reglas- a lo sumo “cómplices”, pero el verdadero culpable es el código urbano, por presencia, ausencia o muchas veces por maliciosas excepciones aprobadas bajo cuerda. Porque en definitiva es la norma urbana la que define la densidad o la volumetría construible y por lo tanto prefigura los que será el paisaje resultante.

En estos días, empezó en la Parada 11 de Playa Brava, Punta del Este, la construcción del controvertido Cipriani Ocean Resort, Club Residence & Casino.

Polémico al menos por dos razones. Porque demuele y vuelve a reconstruir el icónico Hotel San Rafael, inaugurado en 1948 en falso estilo Tudor. Y porque al lado, el famoso arquitecto Rafael Viñoly construye dos “torres” horizontales que con sus 180.000 metros cuadrados sobrevuelan apoyadas en 4 “zancos” sobre Playa Brava. Una, a 10 niveles del suelo; la otra, a 20. De esta manera logra que el complejo sea permeable en los niveles bajos y sus amplias habitaciones en los pisos superiores tengan vistas espectaculares hacia el mar.

Para Viñoly esta propuesta (antes había presentado tres torres tradicionales de ladrillo donde una llegaba a los 300 metros de altura) es una versión superadora de lo que permite un mal código. Y argumenta que son preferible estas torres horizontales que una serie de edificios rechonchos que es lo que prefiguraba la reglamentación edilicia. Y asegura que muchos lo van a imitar.

Otro caso reciente, de otra escala, y en nuestras playas es lo que planifican hacer para ampliar el límite sur de Mar Azul.

Allí, en ese territorio de gran valor ambiental y paisajístico, con el típico paisaje costero bonaerense, la Caja de Previsión Social para Agrimensores, Arquitectos, Ingenieros y Técnicos de la Provincia de Buenos Aires (CAAITBA), dueña del Camping de los Ingenieros encargó al Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires (CAPBA) la realización de un concurso de ideas para el Plan Maestro General del predio.

La iniciativa busca colonizar esas 167 hectáreas dentro del Municipio de Villa Gesell, con sus 250 metros de frente costero.

La propuesta ganadora del concurso plantea respetar el médano y fomentar una relación entre el paisaje existente y lo construido, a través de la creación de un gran parque ambiental transversal.

“La costa argentina, afirman los arquitectos Guillermo Lesch y Leticia Alfaro, ganadores del certamen, ha sido muy maltratada por las urbanizaciones costeras diseñadas a partir de modelos abstractos sin una interpretación sensible del paisaje”. Para ellos, proyectar una nueva urbanización frente al mar resulta una gran oportunidad de recomponer esa relación.

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