Cómo viven los argentinos que emigraron a Punta del Este

12 de octubre de 2020

Desde que se decretó el confinamiento pandémico de este lado del mundo, en marzo, son varios los argentinos que decidieron buscar en Uruguay una alternativa de vida. Algunos no habían vuelto aún de las vacaciones y aquí se refugiaron, con la ropa de verano. Tuvieron que lidiar con un invierno que, si bien resultó más clemente que otros, pidió a gritos abrigos y botas en un balneario donde son pocos los comercios con algo más que trajes de baño, bermudas y vestidos de playa. Además, en casas y apartamentos que muchas veces no están preparados para las bajas temperaturas y los vientos.

Cuando Alberto Fontana cruzó el charco, lloró. Fue en agosto, en medio de una pandemia que atrasó su proyecto por cinco meses. La idea inicial era venirse en marzo para darle forma a la próxima etapa de su vida: un emprendimiento de cabañas ecológicas en la laguna de los flamencos rosados, ocho kilómetros antes de José Ignacio. Hacer su tierra a un país que siempre amó. Terminó de pagar los últimos lotes el año pasado y con la presentación de planos preaprobados consiguió un permiso para poder entrar al Uruguay. Aquí comenzó el trámite de residencia legal y el armado de una sociedad. Luego vendrá el cambio de domicilio fiscal. Dice que este país le abrió todas las puertas.

"Es muy doloroso porque dejas un país en llamas, una Argentina que yo amé y le aposté todo desde chico. Me duele brutalmente. Pero tengo 58 pirulos, laburo desde los 18 y quiero decidir cómo van a ser mis próximos años. Acá puedo. Me dan el ejemplo que siempre quise ver. Extraño, sí, pero soy libre".

Las razones del cambio

Otros adelantaron un cambio que les daba vuelta en la cabeza desde hacía algunos meses, por razones varias y atraídos por un país que se vuelve interesante para familias con hijos chicos, o para la tercera etapa de la vida, siempre que el presupuesto sea sólido. La pandemia, la imposibilidad de moverse, las consecuencias económicas, la calidad de vida, la capacidad de trabajar desde cualquier lado, en algunos casos sumado a la presión tributaria, aceleraron el proceso.

También están quienes vinieron por una oportunidad laboral, o en busca de mayor libertad a un país al que el mundo mira por su manejo de la curva de contagios, hasta ahora ejemplar, aunque sin tener aún muy decidido qué harán en marzo próximo.

Lejos de un masivo éxodo, el movimiento por ahora parece ser de nicho. Si bien cobró relevancia por nombres ilustres como Marcos Galperin, Susana Giménez y Nicolás Repetto, el perfil es muy diverso: familias habitués de Punta del Este, o con hijos chicos; retirados con cierto vínculo con el país; propietarios de casas de verano; emprendedores, o productores audiovisuales con proyectos para filmar en Uruguay, entre otros. Según gestores y abogados, al inicio de la pandemia y hasta hace cuatro meses, el nivel de quienes venían era de lo más alto. Ahora, dicen, parecería estar mutando hacia un nivel medio alto.

"Todos los que vienen tramitan la residencia legal, si es que aún no la tenían, y muchos van por la fiscal, aunque no todos", sintetiza el socio gerente del estudio Andersen Uruguay, Federico Fischer.

Trámites

La primera es un trámite sencillo aunque requiere de un paso presencial, etapa que actualmente se complica por el cierre de fronteras. Logran cruzar el charco quienes obtienen un permiso excepcional (salvoconducto) que se otorga por reunificación familiar, trabajo o proyecto de inversión. Luego, en un segundo tiempo, hay siete maneras de ir por la fiscal, explica Fischer. Las tres más comunes a las que se apela son: al menos 183 días de permanencia en el país (permitida la ausencia inferior a 30 días); inversión de inmueble por 1.680.000 dólares, o invertir 380.000 dólares y permanecer al menos 60 días en el Uruguay. Esta última es la causal más novedosa.

"El primer trimestre del año, y luego el segundo con mayor intensidad, fue una fase de mucha averiguación e interés. Con la orientación del nuevo gobierno uruguayo, los anuncios de atracción de residentes e inversión, y el resultado del manejo de la pandemia, todo aquello que era averiguación empezó a materializarse. Y es un ritmo en aumento", asegura Fischer. Las familias con hijos, dependiendo las edades, también están optando por Montevideo porque hay más oferta de colegios (el British, el American, el Liceo Francés y el Alemán, entre otros, son los más elegidos).

En el Ministerio de Relaciones Exteriores uruguayo, donde se tramita la residencia legal, no dan una cifra específica ni aproximada de la cantidad de residencias en trámite o expedidas desde marzo a hoy. Aquí, la llegada de argentinos se confirma por el cierto aumento del tránsito y de patentes argentinas que recuerda a febrero (las rotondas no llegan a estar atestadas y los semáforos siguen apagados), con los nuevos alumnos que se sumaron a las clases a mitad de año (65 estudiantes ingresaron a mitad de año al International College, de los cuales 70% son argentinos, y ya hay 50 confirmados para empezar el año que viene), con el consumo creciente en los comercios que quedaron abiertos todo el año, con los abogados y gestores que confirman la demanda en ascenso de trámites, en las clases espontáneas de skate grupal que nacen en La Barra o en José Ignacio (grupos de 40 chicos), y en la multiplicación de luces prendidas de casas y departamentos. Según la agencia Uruguay XXI, 37 empresas tecnológicas decidieron invertir en este país en 2020, de las cuales 23 son argentinas (cinco veces más que en el mismo periodo del año pasado).

También se nota mayor presencia de argentinos en la compra y venta de propiedades. En el condominio de Fasano Las Piedras, todos los lotes de 5000 metros construidos que aún quedaban libres fueron vendidos a argentinos (los lotes sin casa cuestan 750.000 dólares), y con ello aumentaron también las membresías para la cancha de golf. Según la inmobiliaria Engel & Völkers, todo lo muy bueno ya fue vendido o alquilado, con precios que arrancan en los 500.000 dólares. Casas en barrios cerrados, apartamentos de primer nivel con vista al mar, sobre todo en la Brava, y una demanda que cambió. "Punta se caracterizaba por departamentos de segunda residencia. Ahora buscan comprar una casa que esté preparada para todo el año. Pasar el invierno aquí no es suave, hay humedad y lluvia, y no hay muchas propiedades preparadas para todo el año. Es algo que los nuevos desarrolladores deberán tomar en cuenta. Los que compran ahora ya no son inversores. Son consumidores finales", detalla la directora de la inmobiliaria Engel y Völkers, Sandra Sofio. Lo nuevo, agrega, es la demanda de alquiler anual, algo que no existía y que ahora todos quieren, por eso los precios están subiendo.

Mucha naturaleza

La coach ontológica Paula Peralta Ramos llegó en agosto con su marido, tres hijos y toda una vida empaquetada en 30 bultos, vía Buquebus. Pudieron hacerlo porque ella tenía un permiso de trabajo y aquí tramitaron las residencias legales para todos. Alquilaron su casa en un barrio cerrado de Buenos Aires y se instalaron en una casa amoblada en La Barra. "Pensé que íbamos a estar solos, pero está todo muy activo. Me impresionó".

Tenían en mente este proyecto de mudanza desde hacía tres años. La pandemia, la imposición de trabajo remoto, el confinamiento, las ganas de mayor estabilidad y una sensación personal de falta de rumbo en Argentina la empujaron a tomar la decisión. "No tiene que ver con el gobierno de turno. Años de historia de Argentina muestran que no hay estabilidad, que no podés planificar, no podés ahorrar para fin de año. Quiero que mis hijos crezcan en un lugar donde pueden planificar la vida en función de lo que ganan". Inscribió a sus hijos de 5, 8 y 11 años en el International College y enseguida se anotó en los partidos de "mami hockey" que organiza la institución. Dice que la vida, en particular el supermercado y la nafta, cuesta el triple que en la Argentina y que, como es fanática de la naturaleza, aquí es feliz. "Tengo dos opciones para llevar a los chicos al cole: bordeando la laguna o mirando el mar. A mi, eso me cambia el día a día".

El chef Álvaro Aristizabal, de 43 años, más conocido como Vasco, llegó a principios de marzo por una propuesta laboral. Dejó a la familia en Bahía Blanca con la idea de instalarse bien y luego traerla. La pandemia le cambió los planes, y no la ve desde hace seis meses. Extraña, sin dudas, incluso al perro, pero cuenta que cambió picos de estrés, cortoplacismo argentino, vorágine y naturalización de cosas que no van (como tres valores para el dólar o la escena sexual de un diputado durante una sesión virtual) por salud, estabilidad mental, caminatas por la playa, horas de reflexión, inspiración y confianza en su proceso creativo, que antes sentía oxidado.

"No es un lugar utópico, pero se vive mucho mejor. Conectás con cosas simples de la vida. En la Argentina mi restaurante quedaba a 23 cuadras de casa, pero a mis hijas las veía por videollamada. Normalizar eso está muy mal. Me quedan 25 años de productividad extrema. ¿Por qué tengo que pasarlos corriendo atrás de algo? Acá la vida es más armoniosa. Los fines de semana trabajo una incontable cantidad de horas. A la tarde, cuando corto un rato, me tiro en la playa si está lindo. Ahí es donde haces la diferencia".

Las gestoras Marcela Albanell y María Cecilia Saucedo, fundadoras de Relocation Solutions Uruguay, cuentan que sus clientes suelen transmitir felicidad y dolor a la vez. Desde su estudio en Carrasco, Montevideo, gestionan unos 20 pedidos de residencia por semana, de los cuales la mitad queda en suspenso dado que no todos consiguen un permiso que les permita venir y cumplir con la parte presencial.

"Llegan asustados"

"Se siente un malestar in crescendo, un futuro al que no le encuentran solución. Llegan como asustados, y muchas veces se sienten abusados. Son súper patriotas, transmiten mucho amor por la Argentina. Nosotras nos compenetramos con cada caso. No es la situación tradicional de otros años. Hay una carga emocional. Obviamente es un negocio, pero los argentinos nos ayudaron durante muchos años, y es la oportunidad de brindarles eso mismo. Es irónico como el cierre de una frontera abrió la frontera de la hermandad entre países", relata Albanell.

En el caso de las familias que vinieron (o se quedaron) desde el principio de la pandemia, el tejido social se generó en gran medida a través de las actividades de los hijos. Muchos padres viven este año como un híbrido, con hijos que siguen en clase por zoom en la Argentina, y por eso varios apostaron por actividades al aire libre para facilitar la integración.

Así nacieron clases de skate en el estacionamiento del Mantra o en José Ignacio, y salidas organizadas por el día a la playa, con actividades de todo tipo. En el predio comunal de La Juanita hay clases de fútbol, sin costo y a cargo de dos profesores vecinos, para chicos de entre 5 y 13 años. Se juntan unos 40 alumnos y a veces hay partido los domingos. Los hijos de vecinos locales juegan con los nuevos residentes, y estos últimos aprenden en el terreno que patear primero es un derecho que se gana.

Se armaron varios grupos de WhatsApp, con 60, 150 o hasta 256 personas. Chats de propietarios argentinos que quedaron varados luego del verano y ya se quedaron, chats que unen a los que residen desde hace 20 años con los nuevos llegados, chats de los que tienen chacras o de los que son vecinos. Todos tienen algo en común: buscan crear comunidad o encontrar respuestas en un destino que suele estar reservado sólo al verano.

"Sienten que están en la misma. Cierto dolor, aunque sin hablar de eso. Los une la ilusión de una nueva vida", describe Soledad Parodi. Desde que empezó la pandemia, esta PR creó tres grupos de "Arg en PDE" con un total de 660 personas. Más de la mitad llegaron en los últimos meses. "Los comerciantes ahora apuntan a la renovación del público. En Punta, 1000 personas nuevas es mucho".

La transformación de una ciudad

Para el balneario es sin dudas la posibilidad de una transformación. No en el ritmo, ni en la calidez del trato, pero sí en la diversidad de servicios y en las actividades que se proponen. Frente al hecho de que esta temporada muy posiblemente será alargada, sostenida y sin picos, tipo meseta, son varios los que adelantaron sus aperturas de diciembre a octubre. El caso del Fasano (abren los dos restaurantes -Locanda y Fasano-, el Spa y el parador River Club), Santa Teresita o La Excusa (donde también habrá clases de yoga), además de los que ya están trabajando con más afluencia que la normal para estas fechas: La Huella (20% más en relación con los últimos 20 inviernos), Il Faro, Solera, Juana, La Olada, Elmo, panadería La Linda, Borneo Coffee, almacén Alma, Lo de Los Tanos, Café El Tesoro, o Papirosen en la península.

"Los argentinos de la nueva realidad vinieron a generar buena energía. Hay espíritu, onda, ganas de unos y de otros. A los argentinos se los ve felices de estar acá y, del lado uruguayo, se superó la desconfianza y se los siente muy contentos con esta nueva inmigración. Desde el mundo de la construcción hasta la gastronomía, pasando por profesiones liberales, comercios y educación, están todos muy agradecidos con la llegada de argentinos. Es una inyección de poder adquisitivo pero también de ideas, proyectos, trabajo. Los más son los que están embalados con Uruguay, los que valoran nuestras virtudes. Lo veo todo muy energizado. Cambió la atmósfera. Hoy vas a Punta del Este, miras la bahía, y el paisaje es otro", analiza Martín Pittaluga, uno de los fundadores del restaurante La Huella, referente en José Ignacio.

También hay nuevos proyectos, como una librería y la pastelería artesanal Calma en La Juanita, o La Proveeduría en Manantiales, con talleres de caligrafía, cerámica, costura, y nacieron nuevas ferias orgánicas o de productores locales. Además de la del Cantegril los domingos, hay una en Portezuelo, otra en la panadería La Linda de Manantiales los sábados, y una en La Juanita, dos domingos al mes, organizada por Paula Martini, quien desde el inicio de la pandemia llegó con la familia para instalarse en José Ignacio.

"Es una feria vecinal donde 32 productores de la zona ofrecen algo producido o cocinado por ellos. Surgió ante la emergencia covid. Armamos reglas de convivencia, pedimos muchos permisos, y finalmente lo logramos. El objetivo es convertir la economía estacional en una época difícil en la cual todos los vecinos queremos ayudarnos", cuenta Martini.

La vida invernal del balneario también se notó en las propuestas artísticas. A fines de agosto, durante dos fechas clave uruguayas (día de la independencia y día de la nostalgia), la galería Xippas organizó un finissage en su chacra de la ruta 104, en Manantiales. Al aire libre y con todas las medidas sanitarias respetadas, juntó a 100 personas en dos días, una cifra impensable en pleno invierno. La galería Del Paseo organizó tres exposiciones y mantuvo su ciclo de cine, todos los lunes y jueves, con una selección curada por el director Juan Pittaluga. Desde Pueblo Garzón, la creadora de CAMPO Heidi Lender está por estos días lanzando una campaña de crowdfunding a través de fundrazr con el fin de financiar su tradicional festival del 28 de diciembre. Este año reunirá a 27 artistas uruguayos, además de 27 internacionales que mostrarán sus obras virtualmente. Desde mediados de octubre habrá conversaciones, experiencias y debates vía online sobre el tema de este año: romper barreras.

Varias alternativas se barajan sobre la apertura o no de las fronteras para el verano. Se dice que dejarán entrar a los propietarios, a quienes tengan contrato de alquiler de un mes en mano, y que se reducirá el período de cuarentena entre los dos testeos de 7 a 4 días. Nada está confirmado aún, y podrían haber novedades para fines de octubre. Muchos de los argentinos que llegan no están respetando el período de cuarentena y aquí el miedo es que esa actitud se multiplique con la llegada de más argentinos, situación que podría tirar por la borda lo logrado hasta ahora. Los que están aquí desde hace ya varios meses, incluso los argentinos, no dudan en denunciar a quienes no respetan estas reglas.

Para el consultor económico y evaluador de proyectos Rodrigo, que prefirió resguardar su apellido, ya instalado en Uruguay hace 8 años y 4 con la familia, vivir en Uruguay excede al kirchnerismo. "Uruguay es un país normal. El gobierno, sea cual sea, te trata siempre con respeto. Es un país honesto. Los políticos, cuando te hablan, te dicen la verdad. No quiero que mis hijos vivan en la mentira y crean que eso es normal. Uruguay es un país con reglas. La gente es educada. Y además es fabuloso de lindo".

Egresado del San Andrés, de 52 años, cuenta que este año ya vinieron 25 familias de amigos y que otras 30 llegarán el año que viene. Como otros, dice que muchos están experimentando la vida en Uruguay: vienen a probar, verán qué pasa en invierno y luego decidirán qué hacer. "Para los que te dicen que esto es pueblo: mentira. De lento no tienen nada. Aquí son ejecutores. Uruguay es un lugar de recepción del mundo, no sólo de argentinos. A mis hijos les cambió la cabeza. En las clases (International College), las brasileñas los invitan a jugar al fútbol y ahora mis hijos conocen la amistad con la mujer. Se rompió el formato argentino".

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